domingo, 31 de agosto de 2014

Tiene buena fachada, los problemas suelen estar dentro.

Tanto tiempo sin pasarme por aquí...
Me pregunto si todavía me buscas, me pregunto si todavía tienes intenciones de leerme.
El martes hará tres meses que dejamos de hablar.
2 de junio.. ¿dónde te has quedado?
Algún día me gustaría despertarme y que alguien me dijera: ha preguntado por ti. Todavía le importas.
Joder, qué egoísta soy.. Te digo que te largues de mi lado pero ansio que vengas a buscarme.
No he cambiado, sigo igual de loca y paranoica pero echo de menos tus te quiero.
¿Sabes? Estoy embarazada, ojalá tú fueras el padre pero no, ni tan siquiera sé quién es.
Volví al mundo del alcohol, los porros y las pastillas.. No sabía lo que hacía.
Ahora estoy en un intento de sentar cabeza.
Desafortunadamente no puedo hacer lo que tanto querías, no puedo continuar estudiando.
En cuanto confirmé la noticia pensé en que si fuera niño lo llamaría Alejandro, acto seguido me arrepentí. Sería una forma de tortura.
En fin...
Vuelve, por favor.
Sólo ha decirme que me has leído.
Pero vuelve.
No necesito más.
Simplemente esa maldita frase: he leído lo que has escrito.
Y no me digas adiós.
No me gusta esa palabra.
Ya no.

miércoles, 21 de mayo de 2014

عزلة

Otro miércoles más a luz de un flexo, café en mano y folios esparcidos sobre la mesa.
Otro día más con la soledad de compañera, mi fiel e inigualable amiga, o enemiga, no lo sé.
Se alimenta de mi falta de fuerza, de mi escasa voluntad, de mis ganas de llorar. No me deja mirar atrás, pero yo sigo haciéndolo, y eso me incita ¿a qué? ¿al suicidio quizás?
A escribir tu nombre con una cuchilla como pincel y mi sangre como tinta sobre mi pálida piel.
La soledad es una hija de puta, ¿sabes? Agarra con fuerza y no suelta.
Freno en seco, respiro, espiro, suelto la mano de mi amienemiga, me giro y corro rauda. Ahora ya no miro hacia atrás. Me sumerjo en una oscura espiral, parece un pozo en el cual no ceso de caer y no vislumbro el fondo.
Oh, querida amiga soledad, hoy te toca continuar errante, pues voy en busca de la sonrisa que un día me arrebataste.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Now.

Buen tiempo, adiós al frío del invierno, y a la invitación del frío para darnos calor. Adiós a los cigarros que nos servían para calentarnos las manos, a los cafés mañaneros que nos escaldaban la boca. Se acabaron las charlas de madrugada que nos anímaban a subir nuestra temperatura.
Ahora ya no queda nada, justo cuando el invierno se acaba debemos pasar página, saludar a la soledad del verano que se aproxima.
Ahora parece que ya no acepto tu abrigo, que prefiero un camino por la sombra, de la mano de la soledad. Esa que tantas veces a cumplido como mi mejor amiga, definitivamente parece ser mi mayor aliada. La única que jamás me fallará. Jamás.
Menuda mierda, eh. Ahora me doy cuenta de que soy adicta a como consigues provocar mis hormonas. Como siempre me has tenido loca. Pero falla, todo falla. Todo a la mierda. Ya no quiero nada. Ya no quiero a nadie, y mucho menos a mí misma.
A la que se refleja en el espejo, a esa la tengo asco.
Se ha acabado el invierno, con ello ha llegado el buen tiempo, y soy como una puta toxicómana sin su dosis en vena. Ya no me asomo a la ventana para ver el sol, ya no me arreglo para aparentar estar mejor. Estoy hecha una verdadera mierda. Doy asco. Colillas por doquier, botellas a medio acabar.

lunes, 31 de marzo de 2014

'Tienes razón. Es mucho mejor ser temido que amado.'- (Alicia en el País de las Maravillas).

Parece mentira, me paso la vida entre libros, dejandome la tinta en los folios, y hoy que decido escribir las palabras no fluyen. Y ahora es cuando debería publicar la entrada, porque ni siquiera sé que más decir.
No me gusta esta sensación, la de querer decir mil cosas y acabar no diciendo ninguna. Es frustrante. Me siento como el que bebe para olvidar y acaba recordando. Pero bueno, es que emborracharse no sustituye a la falta de compañía, porque según la botella se vacía, te llenas de soledad. Y esto es así.
Aunque hablando de no gustar, no me gusta echar de menos, y lo que menos me gusta de echar de menos a alguien, es que funciona a rachas. A días. Por momentos. En lugares concretos. Cuando menos te lo esperas. Aparece, sin avisar, sin pedir permiso, y lo que es peor se queda un tiempo indefinido. Y joder, no puedes dejar de hacerlo, no puedes dejar de echar de menos, ni aunque lo intentes. Escuece. Duele. Quema. Pica. Desgarra. Rompe. Congela. Arde. Arranca. Hiere. Desquebraja. Te hunde. Te asfixia. ¿He dicho que duele? Pues duele, mucho. Te despiertas y no sabes qué va a pasar. Pero se pasa, siempre se pasa.
¿Y esto a qué cojones viene? No lo sé. No sé. No sé nada.
Mi vida se podría resumir en eso, en un 'no sé'.
Que se note la confusión..
Que se note como soy.
Y cambiando de tema, el título que acompaña a estas palabras.. Yo tampoco sé a que viene, a parte de que es una gran verdad y blablabla.. Alicia.
Dear Alice.
Oh, Alice, Alice..
Adoro esa película, no sólo por el espléndido papel de mi querido Johnny Depp (los trámites de nuestra boda están en camino), si no porque me siento completamente identificada con el Sombrerero Loco, porque.. nunca he dejado de soñar.
O porque, ''-Estás loco, majareta; pero...¿sabes qué?, las mejores personas lo están.''
Tal vez.
Otra vez que se me han ido las palabras, joder.
'Cierra los ojos y mira la oscuridad.'
Ese era el consejo que solía darme mi padre cuando de niña no podía dormir. Ahora no me gustaría que hiciera eso, pero he decidido seguir su consejo. Me paro, y miro fijamente la inmensa negrura que se extiende más allá de mis párpados cerrados. Aunque estoy quieta en el suelo, me siento colgada del punto más alto que consigo imaginar, con las piernas colgando sobre la fría y negra nada. Echo una última mirada hacia arriba y me suelto. Caigo, luego floto, vuelvo a caer y, finalmente, toco el suelo.
Me niego a abrir los ojos. Me rebelo y aprieto los párpados aún más para bloquear los puntitos de luz, que no son más que meras distracciones que nos mantienen despiertos pero que son un indicio de que hay vida al otro lado. Aunque no siento nada. El corazón me late deprisa; es el único que queda en pie, negándose a rendirse. Es la única parte de mí que se preocupa, la única que alguna vez se ha preocupado. Lucha por bombear la sangre que debe curarme, por reemplazar la que he perdido.
En fin, ni siquiera sé que más añadir.

domingo, 9 de febrero de 2014

Y rodar, y rodar.

Las pulsaciones se me aceleran por minutos. La palidez que adorna mi rostro deja paso a un rojo que me tiñe las mejillas. Los puños apretados, haciendo que los nudillos se me queden blancos, haciendo saltar las costras que los adornaban a causa de tanta impotencia, tanto estrés, y tanto gilipollas suelto. Las ganas de gritar aumentan por cada segundo que pasa. El viento acompaña a mis pasos, es tan fuerte que me impulsa hacia adelante, por un momento parece que vuelo, pero sigo teniendo los pies pegados al suelo. El cigarro a medio encender que se consume lentamente entre mis labios. Las ganas de que me empotres contra la pared, para “liberar tensiones". La impotencia que crece. Las ansias de salir corriendo y no parar. Todo junto me hace seguir girando, en esta noria que no hace más que rodar y rodar.

miércoles, 8 de enero de 2014

'Que cuanto más tiempo pasaba, menos tiempo le quedaba para escapar.'

“La vida tiene esas cosas. A veces quita, y en ocasiones quita mucho. Pero suele compensar, también suele dar algo a cambio."
Y ahora es cuando yo me pregunto si verdaderamente esto es cierto, porque vamos a ver si tanto dicen que devuelve aún sigo esperando esa compensación que me debe ya que ella (o el destino, o lo que sea que mueva el mundo) es la causante de las cicatrices de mis muñecas, y ya no hablemos de las piernas, y el tema de las pastillas ya lo dejo para otro rato. Estoy loca ¿verdad? Tengo asumido que la propuesta que me hicieron de ir al psiquiatra no es tan mala como me parecía, a lo mejor solo necesito que me encierren entre cuatro paredes y que me tengan que estar todo el día chutando cosas para ser o, más bien, aparentar ser feliz. Que ya ni su compañía ni querernos ni las sonrisas que me saca sirven de algo, joder. Que ahora lo único que me vale es meterme bajo el chorro de la ducha, ya sea con o sin ropa, para no diferenciar mis lágrimas del agua del grifo, y sí, debo sentirme orgullosa de mi misma que después de este último (y definitivo) palo no me he abierto ninguna herida más, no me ha hecho falta revivir esos momentos sentada en la bañera jugando a ver la sangre resbalar por mis muñecas, mientras me río irónicamente. Y ahora es cuando se me corta esta especie de inspiración espeluznante, ya que ¿a quién le interesa esto?
Sigo esperando eso a cambio.
Puta vida.
«Mírala. La loca. La loca.»
“-Otra loca. +No estamos locas. -Si intentamos matarnos, si que lo estamos.”

jueves, 2 de enero de 2014

Pablo Hásel.

Abir vive en Gaza es otra niña palestina, que a los siete dibujaba los cadáveres de niños a los que Israel asesina, nunca tuvo inocencia. Vio la casa de sus abuelos destruida, con el pretexto de que eran terroristas; ahora tiene diez, su padre fue asesinado, pero su madre le dice que está viajando.
A veces no puede ir al colegio por los disparos y habla de venganza contra esos desalmados, nadie le ha dicho que lo haga, simplemente es normal cuando a diario pisotean a su gente. Miente a su madre diciéndole que no tiene miedo, pero los tanques la tienen nerviosa el día entero, tiene pesadillas en las que no vuelve a ver a papá, si supiera que lo torturan hasta no poder respirar...
Aunque hay algo que le hace levantarse contenta, hay un chaval que le gusta en su escuela e intenta pensar solo en él cuando el pánico la invade y merodean muy cerca los sionistas cobardes.
Se llama Yusef y cómo casi todo niño palestino tiene familia asesinada por este holocausto permitido, el enamoramiento es mutuo, cogidos de la mano vuelven a casa y el miedo parece cosa del pasado. Dicen que de mayores se casarán en una Palestina libre, es la firma de cada carta de amor que se escriben, es lo poco bonito que le queda a Abir, odia esta situación pero no se quiere ir de su país. Quiere luchar por aquello que les pertenece, honrar el recuerdo de los caídos aunque a veces solo se imagina miles y miles de kilómetro de Gaza con Yusef, donde sus hijos nos sufran amenazas.
Un día llega al colegio ilusionada pero él no está, la profesora llora, en clase faltan tres niños más, les explica que han muerto en un bombardeo, cómo no va a callar, si igualmente se iban a enterar.
La ansiedad lleva a Abir al hospital, no puede asumir que sea tan cruel y despiadada la barbarie Israelí. Pasa una semana casi en coma y cuando despierta solo puede pensar en la sonrisa de Yusef y en un fusil, del amor al odio hay un paso, ellos la forzaron al camino de acabar siendo una mártir del brazo armado palestino.